Quienes aún creen desde su anacronismo político que el patriotismo en las islas se ha impuesto por virtud del desfile del 20 de julio y consideran que estas fiestas se reducen a actos cuasi-militares de exagerado patriotismo, desconocen que las celebraciones de esa fecha patria son algo muchísimo superior a una demostración de patriotismo y le restan el valor cultural que las mismas llevan y que la enriquecen gracias a la magia que le ha incorporado una cultura rica como la autóctona.
Quizás por la mezquindad política eso no lo entiendan los adultos, porque los chicos sí que lo entienden como una verdadera fiesta, una verdadera celebración que trasciende más allá del patrioterismo y que corresponde a un sentimiento que aunque en un principio tuvo una motivación patriótica, ya hoy día es más cultural que cualquier otra cosa.
No en vano se observa que en esta fecha el entusiasmo de los chicos deviene más que por la bandera o el escudo o la historia de independencia de hace más de 200 años, de los melodiosos ritmos de tambora o los cadenciosos bailes caribeños con un apariencia marcial, que se impregnan en la mente, el alma y los corazones de los chicos, por virtud de una celebración patriota.
Ese es el gran día de los chicos que para entonces no piensan en asuntos políticos que todo lo contaminan, todo lo envenenan. Para entonces los chicos están pensando en la gala que por única vez lucirán cada año, será la ocasión para mostrar sus primeras habilidades como batuteros, como integrantes de una banda musical, o como habilidosos marchantes de escuadrones escolares que tratan de mostrar lo mejor de sí en una sana competencia por ganarse el trofeo como institución con mayor presentación.
Las chicas, quizás el elemento que más adorna el paisaje de un 20 de julio, tienen la mejor oportunidad de verse no solo hermosas, sexys si se quiere, sino además habilidosas bien sea como integrantes de vistosas revistas con atuendos semi escotados, o tocando la lira, los platillos o cualquier otro instrumento orquestal, mientras marchan con cadenciosos bailes caribeños mientras las shakiras de colores adornan sus trenzas muy de la región.
La gala no es solo de los chicos, también lo es de sus padres y de sus docentes. Todos tienen la excusa perfecta para disfrutar de un día colorido, que más allá de la lluvia o el calor, o de los gastos en que se incurre, les permite mostrar con orgullo, sus hijos que desbordan alegría y habilidades.
Todos estos son elementos muy culturales de la región que más que impuestos, se portan, se ejecutan o se llevan durante la fiesta del 20 de julio con absoluta voluntariedad, alegría y entusiasmo; ese entusiasmo propio de los jóvenes que con mucho fervor esperan de ese día glorioso mientras ensayan durante los días de la víspera con el mismo entusiasmos del día de la gala.
Por lo demás cada quien tiene el legítimo derecho de rechazar u oponerse a la celebración del día patrio cualesquiera sean sus motivos políticos o de cualquier otra índole, pero lo que si no puede es quitarle el entusiasmo y la alegría a los más chicos, que poco les interesan los discursos y los cálculos políticos. Si queda alguna duda, baste ver la foto en esta misma sección, donde el entusiasmo de un pequeñito con el redoblante de su hermano mayor que tampoco supera los 10 años, es la mejor muestra de cuanto seduce esta celebración cultural a nuestros infantes.