Está bien que el nombre de Dios sea invocado para cualquier actividad humana que hagamos los seres terrenales y que podamos contar con su bendición, máxime cuando se trata de emprender propósitos nuevos, individuales o colectivos. Eso siempre estará bien porque el ser humano no puede nunca estar apartado del mandato divino.
Pero de ahí a que la Biblia, el libro sagrado de todas las confesiones religiosas cristianas, sea utilizado como herramienta política es un despropósito de los orientadores espirituales. Y peor aún, pretender vincular a Dios con una campaña, es tan mezquino como pretender que Dios no mira bien las otras campañas, cuando sabemos que el Todopoderoso es un ser universal que imparte amor y justicia para todos por iguales. Sería bueno que los orientadores espirituales en aras de respetar sus feligresías y a quienes dicen venerar, llevaran mucho cuidado para no con involucrar las cosas de Dios con la política terrenal, porque mañana más tarde Dios no puede ser responsabilizado de la corrupción o de los malos Gobiernos que ejecuten quienes lo invocaban como uno más de sus campañas.